Estas son las razones por las que los europeos se adaptan mejor al frío que al calor, según un estudio

El riesgo relativo de muerte en las temperaturas más bajas disminuyó en un 2% anual
Pobreza energética: ¿cómo afecta el frío en casa a nuestra salud?
MadridEl último informe presentado por el Servicio de Cambio Climático de Copernicus (C3S) y por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) asegura que Europa es el continente que más rápido se calienta y las repercusiones del cambio climático aquí son evidentes. El año 2024 fue el más cálido registrado en Europa, con temperaturas récord en las regiones central, oriental y suroriental. El tiempo tienen sus efectos directos sobre el ser humano, la temperatura, la humedad y la presión atmosférica pueden tener su efecto en los neurotransmisores, involucrados en el cuerpo humano. Cuando las dos estaciones más críticas, el verano y el invierno, se aproximan, nuestro cuerpo se prepara para el cambio (frío o calor) mediante variaciones en las concentraciones de hormonas.
El frío afecta al ser humano de diferentes maneras: tiritonas, dolor de oídos, entumecimiento, piel seca… son solo algunas de las consecuencias del invierno y del frío. Los abrigos, la calefacción y la ropa térmica, son medios que tienen el hombre para protegerse del frío. No obstante, son varios los informes que aseguran que, si no existieran todas estas medidas, el ser humano podría habituarse a las bajas temperaturas.
El cuerpo humano se adapta internamente para adaptarse a la exposición al frío a largo plazo. Aquí es donde entra en juego la conocida grasa parda, que desempeña un papel importante en la regulación energética del cuerpo y, por tanto, en la producción de calor como respuesta a la exposición prolongada al frío.
Un estudio reciente del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) asegura que la población europea se adapta mejor a las bajas temperaturas que a las altas producidas en las dos últimas décadas. En los últimos años ha habido una disminución significativa del riesgo de mortalidad relacionada con el frío, en comparación con la primera década de los años 2000.
“Tras analizar los registros de temperatura y mortalidad de más de 800 regiones de 35 países europeos durante el período 2003-2020, el equipo científico descubrió que el riesgo relativo de muerte en las temperaturas más bajas disminuyó en un 2 % anual” aseguran desde EFE. Por lo que respecta al riesgo relativo de muerte en las temperaturas más altas (calor extremo) también disminuyó, pero a una tasa media más baja del 1 % anual.
No afecta a todos de la misma manera
Hasta el momento se basaban en umbrales de temperatura fijos para calcular los riesgos, sin tener en cuenta que la vulnerabilidad ante unas mismas temperaturas no es igual en todas las regiones de Europa. En este caso de cruzaron los datos regionales de temperaturas y la mortalidad como nuevo enfoque. Utilizando esta metodología, el equipo observó que en el período 2003-2020 Europa experimentó 2,07 días menos de frío peligroso cada año. Por el contrario, los días de calor peligroso aumentaron en 0,28 días por año.
No toda Europa sufre las mismas consecuencias. Por ejemplo, las regiones del sureste de Europa, a pesar de sus condiciones más cálidas, tuvieron más días peligrosos de calor y frío, que causaron un mayor riesgo de mortalidad asociada. “Con el tiempo, hemos mejorado en el manejo de las temperaturas frías, un proceso conocido en ciencia como 'adaptación'. En cuanto al calor, las personas también se están volviendo resilientes, aunque en menor medida que frente al frío”, dice Zhao-Yue Chen, investigador de ISGlobal y primer autor del estudio.
“La vulnerabilidad ante temperaturas extremas varía mucho de un lugar a otro, y las regiones del sur de Europa son más sensibles a los cambios de temperatura que las del norte. Esta disparidad se debe en parte a factores socioeconómicos, como un aislamiento inadecuado de las viviendas, un menor gasto en salud pública y un acceso limitado a la ayuda social para las poblaciones vulnerables”, añade Zhao-Yue Chen.
“Nuestros resultados muestran que, si bien Europa ha realizado notables progresos en la adaptación al frío, las estrategias para hacer frente a la mortalidad relacionada con el calor han sido menos eficaces. Un estudio de 2024 reveló que sólo 20 de los 38 países europeos han implantado sistemas de vigilancia de la temperatura, y 17 países aún no disponen de planes de acción calor-salud (HHAPs). Nuestro estudio pone de manifiesto la necesidad de avanzar más en las medidas actuales de adaptación al calor y en los planes de acción calor-salud”, afirma Joan Ballester Claramunt, investigador de ISGlobal y autor principal del estudio. “Al mismo tiempo, las disparidades espaciales observadas subrayan la necesidad de estrategias específicas para cada región con el fin de proteger a las poblaciones vulnerables”, añade.